La depresión es un trastorno del estado del ánimo en el que la persona le cuesta hacerse cargo de sí misma, de ahí su falta de valoración y autoestima, y es incapaz de experimentar placer con situaciones en las que antes sí lo sentía, e interfiere gravemente con la vida diaria del individuo.
La depresión es la enfermedad psiquiátrica más frecuente. Cerca del 20% de las personas padecen a lo largo de su vida depresión. El 70% de los pacientes con depresión son mujeres. Puede sufrirse una depresión a cualquier edad.
En la terapia se elabora el origen de la situación, se dan herramientas para volver a recuperar el control sobre su vida.
Los síntomas nucleares de la depresión son la tristeza patológica, la pérdida de interés y de la capacidad de disfrutar y una disminución de la vitalidad que limita el nivel de actividad y produce un cansancio exagerado, que aparece incluso después de realizar pequeños esfuerzos.
Además, pueden aparecer otros síntomas, como los sentimientos de culpa o de incapacidad, la irritabilidad, el pesimismo ante el futuro, las ideas de muerte o de suicidio, la pérdida de confianza en uno mismo o en los demás, la disminución de la concentración y la memoria, la intranquilidad, los trastornos del sueño y la disminución del apetito y de la libido, entre otros.
La terapia cognitivo-conductual se ha mostrado tan efectiva como la psicoterapia interpersonal. La terapia farmacológica, lo que la ha convertido en la terapia psicoterapéutica de elección en el abordaje de la depresión moderada, grave o resistente.
La duración de la terapia variará en función del tipo de depresión diagnosticada, la situación personal del paciente y la evolución de este. En pacientes con depresión grave o crónica, si la terapia psicoterapia se asocia a tratamientos farmacológico la efectividad siempre será superior a cualquiera de estas terapias por separado.
La terapia cognitivo-conductual, asociada al tratamiento de mantenimiento, contribuye a incrementar la efectividad del mismo para evitar la aparición de recaías. Esto es especialmente beneficioso para aquellos pacientes con antecedentes de recaídas, o que presentan síntomas residuales, ya que son los que tienen un mayor riesgo de sufrir de nuevo episodios depresivos.
Desde nuestra clínica trabajamos desde el modelo de Terapia Breve, partimos de la premisa «las menos sesiones posibles, pero todas las necesarias para la pronta recuperación» es decir que la depresión puede ser curada si llevamos al paciente a actuar de forma distinta a lo que está haciendo hasta el momento o ayudarlo a resolver los problemas preexistentes que ya padecía, es decir, que están en la base. Llevaremos a la persona a que sienta primero algo diferente respecto a su situación para que luego pueda pensar y construir su vida de otra forma. A continuación, voy a nombrar una serie de recomendaciones para que la persona que siente o padece una depresión realice y si no fuera, es capaz de ponerlas en práctica que no dude en pedir ayuda profesional:
El tratamiento se estructura en un máximo de ocho sesiones en las que tendrás las herramientas necesarias para vivir libre de depresión. Normalmente sugiero inicialmente sesiones semanales. La duración total del proceso dependerá del tema a tratar y de la implicación. A veces conviene proponer pequeñas tareas para agilizar el proceso y poder potenciar el cambio fuera del tiempo de sesión.